Nadie notó que yo vivía siempre dormida
mi propia existencia en
el mundo
parecía una
fantasía incierta
Mi cabeza está llena de
densas tinieblas
que no me conducen
a ninguna parte.
Sueño, Murakami
Terminaba
de batir mi café, lloviznaba. A través de la ventana veía las sombras de los
árboles temblar en el asfalto. Todo estaba en movimiento. El aroma de la tierra
mojada me llegaba de afuera mezclándose con el del café. Me sentía tranquila.
Envuelta en mi campera, recordé que la primavera había empezado hacía poco. Sin
embargo hacía frío y venía lloviendo hacía tres días. La sensación del invierno
recorría mi cuerpo; serví el agua en la taza, cerré las cortinas, miré la
computadora con la novela a medio leer.
Me
había quedado en la parte en que la protagonista logra conciliar el sueño
después de varios días sin dormir, pero esta vez se queda sumida en un sueño
profundo, no logra encontrar un equilibrio en la realidad. Es como estar todo
el tiempo soñando, se puede llegar a ese estado aún haciendo cosas cotidianas,
pensé.
Abandoné
la lectura para probar el videojuego que me recomendó Medea. Nos habíamos
encontrado en el centro porque se sentía triste. Caminamos sin dirección y
después fuimos a tomar algo. Medea tenía la mirada más perdida que de costumbre
y aunque indagué, no quiso hablar de lo que le pasaba. Se limitó a hablarme de
los álbumes que venía escuchando, de las películas que había visto y del
videojuego.
Era una novela visual
donde se podía interactuar con todos los personajes de un pueblo. El objetivo
era ayudarlos a cumplir sus metas, desde entregar una carta hasta visitar un
lugar específico. Me interesó sobre todo por la manera en la que Medea hablaba
de él. Le daba un sorbo a su mocca, hablaba del juego y sus ojos brillaban.
Lo instalé esa misma tarde.
La tormenta parecía continuar su curso y quise quedarme en casa jugando. Cuando
lo abrí, la pantalla se puso lluviosa y aparecieron los nombres de la compañía
y después el título sobre un fondo azul. Inmediatamente mostraron el pueblo:
casas de madera con techos inclinados, el pasto de un verde saturado, vallas
blancas que dividían los jardines repletos de helechos, arbustos y cipreses muy
altos. Empecé a controlar mi personaje y me dispuse a conocer el lugar. Había
un lago cerca con peces koi y patos a la distancia. También encontré tiendas de
alimentos, de ropa, de mascotas, de diversas cosas necesarias para una vida
funcional en un pueblo. Cuando me acerqué a un banco de la plaza principal me
encontré con Sumi.
Sumi era una chica de
pelo largo y negro y facciones asiáticas. Bajaba la mirada al hablar y mantenía
sus manos juntas sobre su falda, estirando las mangas de su pulóver.
—qué bonito día. En días
como estos me gusta caminar por el parque y mirar a los patos en el lago.
Perdón ¿sos nueva por acá? No me presenté, me llamo Sumi ¿vos cómo te llamás?
Respondí con mi verdadero nombre.
Sumi continuó hablando.
—¿Otoño es cuando caen
las hojas?
—Sí, y el viento se
siente bien en la cara.
—Me hace acordar tanto a
cuando era chica, iba al jardín caminando con papá, saltando hojas, me gustaría
ser chica otra vez y jugar sin preocuparme.
—Podemos ir a un parque y
acostarnos en el pasto a ver las nubes.
—Me encantaría.
Caminamos hasta el
parque bordeando el lago. Sumi iba delante de mí y cada tanto volteaba y
sonreía. Un gato se cruzó en nuestro camino y se frotó con las piernas de Sumi.
Ella se agachó para acariciarlo y me habló.
—Tenía una gatita que se
llamaba Haru. Era muy linda. El día siguiente a que falleció estaba leyendo
unos apuntes en la cama a punto de dormirme y sentí como Haru se subía y se
acostaba y acomodaba en la cama, al lado de mis piernas. Percibí con precisión
su peso y su calor. No sé si son sugestiones de la mente para consolarnos o si
existen los fantasmas pero me gusta pensar que Haru me visitó por última vez.
—A mí me pasa algo así
con los sueños. Sueño cada tanto con una amiga que tuve y en todos me habla
como si estuviera lejos. También, algunas veces, me dio la impresión de verla
por la calle o en lugares específicos pero enseguida abandono la idea y no
presto atención.
—¿Cómo estás de ánimo
últimamente?
—ah, una montaña rusa
como siempre. Suelo estar estable en mis días haciendo las cosas que me gustan
pero a veces decaigo por algo o por nada en específico.
—Tener subidones y
recaídas de ánimo me pasa muy seguido últimamente. Trato de enfocarme en cosas
que me gustan pero a veces al no tener tareas por cumplir me desanimo bastante.
Nos
sentamos en el pasto a ver el cielo por un rato. Después nos hamacamos una a la
otra y caminamos por un sendero que había hacia una fuente de agua rodeada de
bancos de madera.
Sumi
sonrió.
—la pasé bien hoy,
gracias por hacerme compañía.
Su cara y su cuerpo
empezaron a transparentarse hasta desaparecer y el brillo de sus ojos y su
sonrisa dejaron un halo de luz en el aire por unos segundos. Mi barra de
objetivos se cargó un poco, sin embargo me quedó una sensación extraña. Pensé
en algunas personas que ya no veía. También me quedé pensando en sus ojos,
reflejaban alegría. La animación era semirealista, quizás por eso y por los
diálogos, la interacción con el personaje se sintió muy real, como salir con
una chica melancólica que conocía.
Dejé el juego por el
momento y me dispuse a comer mi arroz frente a la ventana que da a la terraza.
El vidrio crepitaba por el fuerte viento.
Un gato caminaba por el
techo de la casa vecina, se acomodó y me miró un rato hasta caer dormido. La
lluvia había parado un poco pero daba la sensación de que el día iba a seguir
así, con un cielo blanco iluminándolo todo.
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